De la Mantilla a La Corrosca hay sin embargo una gran diferencia. La línea de demarcación entre la gentileza y el populacho se ha dicho que es la alpargata, un tipo de zapato o sandalia hecha de cáñamo nativo; pero La Corrosca usualmente no le presta atención a esa cosas, y con sus pies descalzos, sus tobillos, sus brazos y su pecho descubierto, sin perturbarse por tal abundante muestra de encantos personales, ella vende la chicha o exhibe sus mercancía y fruta en el mercado. Recibe ese nombre por el sombrero que lleva, pero usualmente su nombre propio tiene los nombres más musicales del vocabulario, tales como Mercédes, Jesusita o Carmen.
Los pobres no comenzaron a usar zapatos sino hasta comienzos del siglo XX, esto los por razones obvias los diferenciaba inmediatamente de las demás clases sociales y era una forma de hacerles saber en que lugar de la sociedad estaban.
Según el Ducoudray Holstein en su libro “Memorias de Simón Bolivar”:
En Nueva Granada, había entre los esclavos, más mestizos que negros. En Venezuela era lo opuesto. En Bogotá, a los esclavos no se les permitía presentarse afuera con zapatos o medias, a pesar de que el clima de ésta ciudad algunas veces es tan frío, que se encuentra hielo en las calles, de vez en cuando. Esta costumbre se comenzó y continuó, con el propósito de distinguir a los esclavos de los libertos. Y así se les recordaba a los esclavos constantemente su condición degradante.
Ducoudray además, en la introducción, hace una descripción muy detallada cómo era la Nueva Granada a principios del siglo XIX y la discriminación característica de la época que incluso hoy día sigue vigente. (Memorias de Bolívar)
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